El blog del maestro Marcos Madrigal

Este es el blog de Marcos Madrigal. Es el homenaje de un alumno agradecido al querido don Marcos, uno de los mejores profesores de bandoneón de la historia.
Es creador de un método propio editado en dos volumenes, que obtuviera el reconocimiento de Roberto Di Filippo, entre otros (Omar Valente, Oscar Zucchi). Durante su carrera trabajó junto a Elvino Vardaro, Horacio Salgán, Pugliese (la olvidada orquesta de 1936), Francisco Lomuto, Alfredo Gobbi, Julio De Caro, Argentino Galván, Osvaldo Fresedo, Julio Ahumada, y un largo etcétera.
Su bandoneón es un mundo, y abarca con profundidad además de nuestro tango, la música argentina en general (fabuloso tocando los tristes de Julián Aguirre), la del resto de América y la música clásica. Son increíbles sus versiones de Albéniz (impresionante "Malagueña"). Pero además de esto es un hombre campechano, amigo y compañero de músicos consagrados y de sus alumnos, enemigo del elogio, humilde, generoso. Por su habla porteña y española (por herencia de sus viejos), lo llamo "El Quijote del Bandoneón". Un verdadero grande que muchos no conocen.
(Bandoneonistas que estudiaron con Madrigal: José Libertella, Ernesto Baffa, Nicolás Paracino, Carlos Buono, Horacio Romo, Matías Gonzáles, Victor Hugo Villena... y muchos más.)

sábado, 20 de diciembre de 2008

El lado B de Café de los Maestros (Nota)


(Nota del diario Crítica 22-08-2008)

Marcos Madrigal, la gloria tanguera que quedó afuera del homenaje
El lado B de Café de los Maestros
Es el hombre orquesta: tocó en todas las típicas del tango y su libro sobre el bandoneón es de consulta obligatoria. A los 91 años, sigue dictando clases.

“La fama es puro cuento, andando mal y sin vento, nadie me va a querer”, entona Marcos Madrigal, mezcla de prócer oculto del bandoneón y pinta de viejo sabio. Y se ríe. La pregunta era por qué no participó en el megaproyecto Café de los Maestros, el encuentro de las glorias tangueras que aglutinó a una veintena de sus colegas (y en algunos casos, a ex alumnos suyos como Libertella y Baffa). Ya más serio, reconocerá: “Ando con problemas de oído y no puedo tocar mucho tiempo seguido, quizá por eso quedé afuera, pero los muchachos están bien elegidos”.
A los 91 años, este hombre que vivió las épocas de gloria de las décadas del 40 y 50. También sus momentos de penurias, y tiene otra preocupación: no puede hallar su libro Método de bandoneón, un texto clásico para los estudiantes de música. Lo busca denodadamente pero no hay caso. Y es que en su pequeña habitación-estudio está todo desperdigado, como congelado en el tiempo: una heladera Siam, un teléfono con disco, las paredes tapizadas de fotos, premios y dedicatorias y una mesa atestada con partituras.
Mientras tanto, como si iniciara una clase, empieza a develar los secretos del bandoneón y sus particularidades. “El teclado es endemoniado pero tiene su lógica. Lo complicado es que la misma nota suena distinta al abrir que al cerrar el bandoneón. Hay cuatro teclados para memorizar. ¡La verdad, es una locura, de lo más difícil!”
Su propia historia con el tango resume el destino de muchos de los músicos de su generación. Hubo un gran momento en el que las orquestas típicas se expandieron y entonces había trabajo para todos. Cada una tenía su circuito, su hinchada, sus códigos, sus éxitos. Madrigal estuvo en el momento justo. Formó parte de muchos conjuntos: rememora especialmente su paso por la orquesta pionera de Pugliese (“fue en 1936, y ya pagaba bien”) y un trío de Salgán (“él era muy joven pero ya escribía difícil y aprendí mucho”).
Su experiencia se multiplicó a los estilos más heterogéneos. Repasar los apellidos de los directores con los que tocó es lo mismo que mencionar a algunas de las glorias del tango: Elvino Vardaro, Francisco Lomuto, Carlos Marcucci, Alfredo Gobbi, Carlos Figari, Julio De Caro, Osvaldo Fresedo. Claro que también vivió en las épocas de vacas flacas, donde los recuerdos no son gratos. “Estuve 17 años perdido en la orquesta de Grandes Valores del Tango.
Ahí no aprendí nada. Como había muchos cantores, las orquestaciones eran facilísimas.”
La noche siempre apareció como el ámbito ideal para el tango. Acerca de los excesos que podía tener la vida taciturna, asegura: “En una época los músicos trabajábamos mucho en los cabarets. Había una orquesta en la matiné y otra a la noche. A los 25 o 30 años, esa vida era fenomenal, aunque tenía sus peligros. La droga no corría mucho porque la usaban pocos pero la mala noche y la bebida estaban ahí. Hubo músicos que cayeron y otros, como yo, que nos mantuvimos en lo que correspondía. Era necesario tener mucha fuerza de voluntad”.
En paralelo con su carrera como músico, notó una ausencia importante: la falta de libros para estudiar bandoneón y cierto vacío de maestros que impartieran clases. Así empezó la otra pata de esta historia: el desafío de convertirse en profesor, una tarea con la que ahora lleva más de seis décadas. Empezó cuando tenía 3 años. “Honestamente, al principio no era bueno, pero evolucioné, me gusta mucho enseñar, tengo paciencia. Hasta doy clases gratis cuando veo a un pibe que tiene condiciones”, confiesa.
Hay varias generaciones de bandoneonistas que pasaron por su antigua casa del barrio de Saavedra: hoy están esparcidas por el mundo. Y el libro fue reeditado en 2001 por Riccordi en castellano e inglés.
Apasionado, asegura que el bandoneonista más completo de hoy es Leopoldo Federico y que la artrosis es el mal de los músicos veteranos. Mientras apunta las definiciones, sigue buscando su libro rebelde, que se niega a aparecer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario